Edge in the News: 2009
[ED. NOTE: Last year the German Weekly News Magazine Der Spiegel, ran a multi-part series (see above), featuring excerpts from the Edge Annual Question book, What We Believe But Cannot Prove, published in Germany by S. Fischer. We are pleased to announce that, begnning this week, Der Spiegel will begin publishing an ongoing series based on the Edge 2009 Question, What Wll Change Everything?, which will consist of a mix of responses from Edge contributors and notable German scientists and thinkers.]
Scientists are supposed to change their minds when evidence undercuts their views. Dream on.
When politicians do it, they're tarred as flip-floppers. When lovers do it, we complain they're fickle. But scientists are supposed to change their minds. Having adopted their views on scientific questions— What killed the dinosaurs? Is the universe infinite?—based on a dispassionate evaluation of empirical evidence, they are expected to willingly, even eagerly, abandon cherished beliefs when new evidence undercuts them. So it is remarkable that so few of the essays in a new book in which scientists answer the question in the title, "What Have You Changed Your Mind About?", express anything like this ideal.
Many of the changes of mind are just changes of opinion or an evolution of values. One contributor, a past supporter of manned spaceflight, now thinks it's pointless, while another no longer has moral objections to cognitive enhancement through drugs. An anthropologist is now uncomfortable with cultural relativism (as in, study the Inca practice of human sacrifice non-judgmentally). Other changes of mind have to do with busted predictions, such as that computer intelligence would soon rival humans'.
Rare, however, are changes of mind by scientists identified with either side of a contentious issue. No one who rose to fame arguing that Alzheimer's disease is caused by sticky brain plaques and who has now been convinced by evidence that the plaques are mostly innocent bystanders, not culprits. No one who once pushed hormone replacement therapy to prevent heart attacks in menopausal women who now realizes that the drugs increase the risk of heart attacks (as well as stroke and breast cancer). No one who cast his lot with the theory that a killer asteroid sent the dinosaurs into extinction who now reads the impact-crater evidence as implicating worldwide volcanism instead. But really, we shouldn't be surprised. Proponents of a particular viewpoint, especially if their reputation is based on the accuracy of that viewpoint, cling to it like a shipwrecked man to flotsam. Studies that undermine that position, they say, are fatally flawed.
In truth, no study is perfect, so it would be crazy to chuck an elegant, well-supported theory because one new finding undercut it. But it's fascinating how scientists with an intellectual stake in a particular side of a debate tend to see flaws in studies that undercut their dearly held views, and to interpret and even ignore "facts" to fit their views. No wonder the historian Thomas Kuhn concluded almost 50 years ago that a scientific paradigm topples only when the last of its powerful adherents dies.
The few essays in which scientists do admit they were wrong— and about something central to their reputation—therefore stand out. Physicist Marcelo Gleiser of Dartmouth breaks ranks with almost every physicist since Einstein, and with his own younger self, in now doubting that the laws of nature can be unified in a single elegant formulation. Gleiser has written dozens of papers proposing routes to the unification of gravity and quantum mechanics through everything from superstrings to extra dimensions, but now concedes that "all attempts so far have failed." Unification may be esthetically appealing, but it's not how nature works.
Al rito solar del Año Nuevo, el concierto de Viena (me paso las dos horas de valses, fantaseando con el frío de fuera, y la choucroute caliente y morosa que le espera al primer concertino: todo lo que me gusta me da hambre) y los saltos en Garmisch Partenkirchen se ha unido ya la pregunta de Edge. Al despuntar el alba, y con todas las ilusiones intactas, Brockman&Guests sacuden la resaca, preguntan y se responden. Lo hacen desde 1998 y este año proponen: «Qué es lo que va a cambiarlo todo?» El subtítulo lleva una consoladora precisión: se trata de cambios y desarrollos científicos que podamos ver en vida. El resumen de las ideas de Edge, la navajita más afilada de la cultura contemporánea, siempre es complicado. Excepto, claro está, en el caso de los dos o tres artistas que figuran cada año a modo de sansivieras: todas sus respuestas se pueden ignorar. Deberás fiarte, pues, de mi gusto y de mis obsesiones. También de las limitaciones del formato de la carta. Y, principalmente, de mis límites: no entiendo todas las respuestas. En todo caso,aquí tienes el catálogo completo.
1. Una nueva mente. Internet es la auténtica inteligencia artificial de nuestro tiempo. «En lugar de decenas de genios intentando programar una inteligencia artificial en un laboratorio universitario, hay mil millones de personas ejercitando los tenues destellos de inteligencia que emergen entre los cuatrillones de hipervínculos en la web.» Kevin Kelly
2. El homo evolutis. El desarrollo de las células madres y las nuevas prótesisllevan a una conclusión: «Lo que hoy es interesante, 200 años después del nacimiento de Darwin, es que estamos tomando el control de forma directa y deliberada sobre la evolución de muchas especies, incluida la nuestra». Juan Enríquez
3. El fin de la violencia. Las neurociencias podrán inhabilitar las condiciones cerebrales que facilitan el comportamiento violento. «Quiza descubriríamos un factor común entre los patrones del cerebro de alguien que está a punto de asesinar a un niño y un jefe de estado firmando un proyecto de ley para iniciar un programa de armamento nuclear, o un ingeniero que está diseñando un nuevo tipo de bombas racimo. Todos ellos aceptan a un cierto nivel intelectual que es perfectamente correcto que sus actos causen daño o la muerte a otros humanos. Los cerebros de todos ellos, quizá, experimentan el patrón D, el “patrón de la muerte”». Karl Sabbagh.
4. El cambio de lo real, lo posible y lo imaginable. Y lo que es su consecuencia: el cambio en el programa moral de los seres humanos: «Ahora deja correr la imaginación. ¿Qué haría un chimpancé con la maquinaria generativa que tiene el hombre cuando realiza cómputos en el lenguaje, las matemáticas y la música? ¿Se podría imaginar lo antes inimaginable? ¿Y si le diéramos a un genio como Einstein los componentes clave que hicieron de Bach otro genio distinto? ¿Podría Einstein imaginar ahora diferentes dimensiones de la musicalidad? Estas mismas manipulaciones neuronalesincluso hoy son posibles al nivel genético.» Marc Hauser
5. La revolución en la enseñanza. Internet conseguirá ampliar de modo exponencial la noción de maestro, que ya no dependerá del azar: «En el pasado el éxito de cada uno dependía más bien de la suerte de contar con un gran mentor o profesor en el vecindario. La inmensa mayoría no ha tenido la suerte. Pero hoy, una joven nacida en África, tendrá probablemente acceso,en diez años, a un móvil con pantalla de alta resolución, conexión web y más potencia que el ordenador que tienes hoy. Podemos imaginarla adquiriendo cara a cara la comprensión, y eligiendo los grandes profesores del mundo. Tendrá una oportunidad para ser lo que puede ser. Y puede acabar siendo la persona que salve el planeta para nuestros nietos.» Chris Anderson
6. El fin de Babel. Observa este párrafo. «Aunque la comunicación de masas requiere de técnicas de traducción que superan nuestras capacidades actuales, las bases de esta tecnología ya se ha [sic] establecido y muchos de nosotros vivirá [sic] para ver una revolución en la traducción automática que va a cambiar todo lo relacionado con la cooperación y la comunicación en todo el mundo.» (Daniel L. Everett). El párrafo se ha traducido automáticamente del inglés.
7. La telepatía. Freeman Dyson habla desde sus 85 años. No espera ver grandes cambios en lo que le queda de vida. Pero anuncia que la telepatíadejará de ser una superstición. Y puede que comprenda e incluya a todos los seres vivientes. Este párrafo fascinante: «Cuando la radiotelepatía se extiende de los humanos a otras especies animales surge otro conjunto de oportunidades y responsabilidades. Experimentaremos entonces, directamente, el placer del vuelo de un pájaro o de una manada de lobos cazando, el dolor de un ciervo herido o de un elefante muerto de hambre. Sentiremos en nuestras propias carnes la comunidad de vida a la cual pertenecemos. No puedo evitar tener la esperanza de que compartir nuestros cerebros con nuestros semejantes nos convertirá en mejores gestores de nuestro planeta.»
8. El cambio llegará por donde no se le espera. Carlo Rovelli bordea el pesimismo, y está tentado de pensar que el progreso es un sueño. Pero se recupera y anota: «El tractor. La humilde máquina rural que ha cambiado nuestra vida quizá más que la rueda o la electricidad. ¿Otro ejemplo? La higiene. Nuestra esperanza de vida casi se ha duplicado gracias a poco más que lavarse las manos y darse duchas. El cambio llega a menudo por donde no se le espera. La famosa nota de los altos directivos de IBM al comienzo de la historia de la computadora consideraba que “no había mercado para más de unas pocas decenas de ordenadores en el mundo”».
9. La infancia perpetua. Alison Gopnikn ve en el mantenimiento de la plasticidad infantil del cerebro el gran horizonte. Los niños y su cerebro abierto son el I+D de la Humanidad. Pero se pregunta: «Si somos niños para siempre, ¿quiénes serán los padres? Si somos todos niños ¿quiénes serán los adultos?»
10. Cerebro Ctrl+c/Ctrl+v. Descarga de conciencia. Y tal vez su descargo. David Eagleman no cre que la medicina sea capaz de controlar el desgaste del cuerpo de una manera decisiva. Pero vislumbra un camino alternativo: «Mucho antes de que entendamos cómo funciona el cerebro, seremos capaces de copiar digitalmente la estructura del cerebro y de descargar la mente consciente a una computadora.»
11. Una muy, muy buena batería, dice el físico John D. Barrow sin dar más detalles, ni falta que hace.
12. El teléfono móvil. El matemático Keith Devlin casi se disculpa en estos términos: «[El móvil] pone la conectividad global, el inmenso poder computacional y el acceso a todo el saber mundial amasado durante muchos siglos, en manos de cualquiera. El mundo nunca ha estado antes, jamás, en esa situación. Eso lo cambiará realmente todo. Desde el modo en que los individuos viven sus vidas, al modo en que la riqueza y el poder se distribuyen en todo el planeta. Es la tecnología democratizadora definitiva. Y si mi respuesta parece menos afilada o científicamente sexy que muchas de las otras que habéis recibido, creo que sólo demuestra lo drástico y omnipresente que el cambio ha sido ya.»
13. La vida eterna. Frank J. Tippler es uno de los grandes físicos universales. Tiene algo de muy particular, sin embargo: es creyente y confía ciegamente en la eternidad: «Desarrollaremos la tecnología definitiva que, al transferirse con manos vacilantes a nuestros sucesores finales, las inteligencias artificiales y las descargas (downloads) humanas, nos permitirán expandirnos en el espacio interestelar, asaltar el universo, y vivir para siempre.»
14. El fin del Co2. Atiende: «Una serie de placas solares, que en conjunto, cupieran en una esquina de Tejas, podrían generar 3 terawatios. En el transcurso de diez años, 3 terawatios podrían proveer la suficiente energía para eliminar todo el exceso de carbono que la raza humana ha añadido a la atmósfera desde que comenzó la Revolución Industrial. Por lo que afecta a las emisiones de carbono, esto arreglaría el problema.»
15. La curiosidad. Daniel Dennett necesita poco comentario: «El sexo recreativo, la comida recreativa y la percepción recreativa (alucinógenos, alcohol), han sido populares desde la época romana, pero ahora estamos al borde de las autotransformaciones recreativas que dejarán pequeñas las modificaciones con las que se dieron el gusto los romanos. Cuando ya no necesitas comer para seguir vivo, o procrear para tener vástagos, o moverte para tener una aventura, cuando los instintos residuales hacia estas actividades puedan ser desactivados mediante la manipulación genética, no quedará ninguna constante humana. Excepto, quizás, nuestra incesante curiosidad.»
16. Neurocosmética. Marcel Kinsbourn ha visto en la cirugía cosmética las resistencias y luego el asentimiento. Piensa que sucederá lo mismo respecto a la estimulación cerebral profunda. «La experiencia muestra que aquellas reservas respecto a la autenticidad son teóricas. La nariz retocada, el pecho, los muslos o el tono de la piel se convierten en la nueva realidad de la persona, sin importantes reacciones sociales adversas. Incluso los transplantes faciales son ya viables. Las consideraciones que surjan de la estimulación cerebral profunda están presentes, a escala menor, en la cirugía cosmética.»
17. La escritura de la vida. Estas tremendas palabras de Craig Venter: «Tal como hemos aprendido en los 3.5 miles de millones de evolución convertiremos miles de millones de años en décadas y cambiaremos, no sólo conceptualmente, el modo como vemos la vida misma.»
18. La verdad. Sam Harris descubre en las investigaciones neurológicas el detector de mentiras perfecto. «Cuando se evalua el coste social del engaño, uno debe considerar todas las fechorías: infidelidades matrimoniales, estafas Ponzi, asesinatos premeditados, atrocidades terroristas, genocidios, etc., que están nutridas y apuntaladas, a cada momento, por las mentiras. Visto en este contexto más amplio, el engaño se plantea en sí, quizá por encima de la violencia, como el principal enemigo de la cooperación humana. Imagina cómo cambiaría nuestro mundo si, cuando la verdad importara realmente, se hiciese imposible mentir.»
Ahora, querido amigo, cierra la pantalla y vuelve a Zapatero, a Rajoy y a don José Montilla.
(Links: Verónica Puertollano)
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Correspondencias / Nicolás
Estimado Arcadi: Dudo mucho que internet consiga ampliar la noción de maestro (y mucho menos en modo exponencial). Y si lo consiguiera no podría deshacerse del factor azar que usted (y Anderson) atribuye al encuentro maestro-alumno. En cuanto a la joven nacida en África que dentro de diez años tendrá “el oro y el moro”, dudo también que llegue a ser realidad (hoy debe ser mi día de la incertidumbre); a no ser que la joven sea sobrina de rey déspota magrebí o descendiente de blanca familia bóer sudafricana (aunque también podría ser la niña de Rajoy, si ésta hubiera nacido en Melilla).
Un cordial saludo de un escéptico maestro.
Pd: De los otros diecisiete deseos también tengo mis dudas que se cumplan. ¿Por qué? Pues por que en el mundo -incluida Cataluña- siguen interviniendo personajes como Zapatero, Rajoy, Bush, Olmert, Ahmanideyah… incluso, don José Montilla.
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Correspondencias / Raúl Gay
Estimado Arcadi Espada.
Acabo de ver los vídeos colgados en youtube de su conferencia “Democracia versus Teocracia”. En un momento dado, usted dice que no hay periodistas ateos, que en su trayectoria sólo ha conocido a 3.
Bien, aquí un cuarto periodista ateo.
Felicidades por su trabajo. Un saludo,
Raúl Gay, redactor de informativos de Aragón Televisión.
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Correspondencias / Claudio Ortega
Sr. Espada,
Al igual que usted, también he comenzado el año con valses y Edge. La verdad es que soy mucho más aficionado a los primeros. Las encuestas del segundo, en las que siempre están los previstos (más algunas sorpresas: ¿qué pinta Brian Eno?) me suenan a propuestas para el guión de un capítulo de Star Trek.
Aún así, me han llamado la atención tres respuestas. Una ya la ha citado usted: la de Gopnik, preguntándose quienes serán los padres. Yo lo leo en un tono algo más negro: el precio que hay que pagar por aprender es el riesgo de no saber tomar decisiones. Al fin tendrá razón Azúa, en que la adolescencia llega ya hasta los cuarenta años.
Pero veo que a usted no menciona las otras dos entradas que más me han llegado.
La de Sheldrake, pronosticando la bancarrota (credit crunch) del materialismo, que lleva ya unos cuantos decenios pidiéndonos paciencia, emitiendo pagarés que posiblemento no tendrá fondos para respaldar. Este autor lo ve como la condición para una ciencia ‘más libre y más divertida’.
Y luego está Taleb, especialista en ver plumeros, recordándoles a los médicos que los grandes avances de la medicina han sido la mejora de las condiciones higiénicas y la chiripa de los antibióticos. La medicina debe olvidar la arrogancia heredada de la Ilustración y aprender que uno de los componentes del conocimiento está en saber dónde detenerse. Esto me ha recordado la valiente entrevista de Punset con su oncólogo, al principio de la cual le venía a decir: pero bueno, después de lo que yo me he dedicado a explicar por el mundo sobre los avances en conocimientos, ¿todo lo que tenéis para ofrecerme es la salvajada de la quimio?
En fin, comentarios que me han llamado la atención, sin duda por mis preocupaciones personales y que, si me tomo la libertad de comentarle, es porque han sido leídos en buena medida con alguna de sus reflexiones y lecturas recomendadas en mente.
Aprovecho para desearle lo mejor para el año que empezamos.
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Correspondencias / Antonio Donaire
A propósito del comentario del Sr. Claudio Ortega, querría confirmarle y rectificarle al mismo tiempo una de sus afirmaciones relativas a los médicos. Entre los “grandes avances de la medicina” por “chiripa” hay que incluir (y no excluir, como quizá parece deducirse de la anécdota que cuenta del Sr. Punset y su oncólogo) la quimioterapia aplicada como anticancerígeno (ver “agentes basados en platino” ). En efecto, el descubrimiento del cisplatino es un ejemplo paradigmático de pura serendipia. Saludos.
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Correspondencias / Rafael Pérez Domínguez
Estimado Arcadi Espada:
Estoy impresionado por la enumeración de sus “Impíos deseos al empezar el año” de 3 de enero en El Mundo. Impresionado también por su entusiasmo y su fe al enunciarlos. Yo no puedo compartir ni la fe ni el entusiasmo.
¿Fe en “Internet como la auténtica inteligencia artificial de nuestro tiempo”? Internet transmite una millonésima parte de la información disponible, formalizando una especie de enorme Reader’s Digest actualizado. En cuanto a la formación de opinión, los millones de participantes en blogs y otros artilugios de comunicación y debate no solemos hacer sino reproducir, en una redundancia multiplicada por millones, las informaciones y reflexiones emitidas previamente por un contado número de fuentes difusoras. De ahí no nace una nueva inteligencia, un nuevo saber: se trata de un juego de espejos múltiplemente reflectante, de un eco que va y viene con mil voces que repiten siempre la originaria. Mi profesión es la informática y, para trabajar, internet es imprescindible, pero como supuesto gran avance cultural de la humanidad permítame una boutade: “Internet, ¡bah!”
¿Fe en las neurociencias para erradicar la violencia? ¿Lobotomías en racimo? ¿La neurociencia como supresora de la necesidad del derecho positivo, como erradicadora de los conflictos interhumanos e interestatales? ¿Hacia el fin del Estado por la neurociencia? ¡Bah, la neurociencia!
¿Fe en alguna revolución de la enseñanza porque una joven africana pueda disponer de móvil con pantalla de alta resolución? ¿Educación individual, no grupal, no social, mediante charlas de gurús internacionales, sin acceso a los textos históricos, literarios, morales, culturales? ¡Bah, la educación por pantalla!
¿Fe en la traducción automática como solucionadora de los problemas de comunicación interhumana? Sí, una cierta fe, pero: la dificultad de comunicación no es sólo resultado de la diferencia de lenguas, sino fundamentalmente de la diferencia de culturas. ¡Pero vale, traduzcamos automáticamente!
¿Fe en la telepatía, en las descargas de cerebro para la vida eterna, en la no necesidad de comer ni procrear (¡este Dennett!), en…? Estupendo, lo tengo todo en mi reducidísima colección de novelitas de ciencia-ficción. ¡Bah, telepatía, vida eterna…!
Y luego está la fe y el entusiasmo por cosas como las manipulaciones genéticas de Venter (**). Y, sobre todo, la fe y el entusiasmo por el cambio de lo real, lo posible y su consecuencia de cambio del paradigma moral. Con ésta me quedo como resumen para hacer la única reflexión que me parece interesante de todo esto: ¿pero es que todo lo que es posible hacer debe ser hecho? ¿No cabe negar el permiso para acometer determinadas acciones que son posibles pero que puedan ser consideradas como indeseables o como temibles? ¿Estamos condenados a tal automatismo? ¿Es Venter quien decide lo que será hecho, puesto que descubre que puede ser hecho y muestra cómo hacerlo? El carácter taumatúrgico de que se está revistiendo la ciencia y a la ciencia, ¿nos va a impedir decir NO a determinadas posibilidades tecnológicas? ¿Cualquier negativa a proseguir por determinados caminos posibles está condenada a ser aplastada por el omnipotente positivismo científico? ¿Ninguna Vieja Advertencia, ningún Viejo Temor, ninguna consideración sobre la Vieja Sabiduría Heredada contendrá el inexorable desarrollo que comenzó con el Pecado Original en que Adán y Eva decidieron comer del Fruto Prohibido para llegar a ser Como Dioses? ¿Este es el tremendo avance humano: hacer imposible de evitar cualquier transformación que resulte posible? ¿Este es el límite a la libertad humana? Ciertamente, el mito del Pecado Original que nos hizo Como Dioses se me hace cada día más actual y más amenazador.
Será que soy un antiguo. Pero creo que, junto al descubrimiento de posibilidades de acción humana, hay que reivindicar los principios de búsqueda de sabiduría y reclamación de libertad contenidos en la frase “Qué hacer” y en su contraria “Qué no hacer”.
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(**) Muy curiosamente, Venter diverge radicalmente de Darwin y del moderno darwinismo al acometer experimentos que habría, ortodoxamente, que calificar de “creacionistas”, por completo ajenos al azar cromosómico y a la bobada de la “selección natural por presión adaptativa” (bobada porque jamás tal presión creó ni una sola especie, sino que se limita a destruir aquellas mutaciones que no consiguen sobrevivir).
Se queja usted en su “El insoportable” de 2 de enero de que Darwin describe un mundo sin Dios: pero es que su descripción es, lamentablemente, errónea. Curiosamente, Venter está a punto de describir un mundo con Dios, al intentar realizar transformaciones que empiezan por sintetizar un ADN y aspiran a llegar a crear una célula viva y de ahí en adelante, sin mezcla de azar ni selección natural alguna, en una emulación del Dios creador primigenio ideado por el hombre y abrazado como razonable por toda la humanidad. Si es que lo es, la paradoja me parece divertida. Venter no crea un mundo sin Dios, hipótesis que, coincido con usted, carece de historia y resulta, en consecuencia, inimaginable. No, Venter confirma el creacionismo de Dios por el procedimiento de mostrar que él está llegando a hacer cosas “como Dios”, según el programa de acción humana iniciado por Eva al morder de la manzana.
Tiene usted razón, el calado de Darwin es infinitamente menos profundo que el de Freud o Marx. No podría ser de otra manera: Freud y Marx trabajan sobre la realidad y la transforman, Darwin se limita a filosofar. ¿Y por qué resulta Darwin insoportable?: a una pequeña minoría, entre la que me encuentro yo mismo, porque nos parece que su filosofía de la naturaleza carece del menor rigor científico, porque confunde la selección natural que no hace otra cosa sino destruir variedades inviables con la selección natural que no hace sino estrechar el contenido genómico de las especies por cruces homocigóticos, porque le resulta indispensable defender la herencia de los caracteres adquiridos, porque hace crecer el cuello de la jirafa para que coma de las ramas más altas, porque no consigue describir la aparición de una sola especie, porque…; y a la mayoría, a la inmensa mayoría, Darwin les resulta insoportable porque les niega su propia cultura, su propia antropología, sin proporcionarles a cambio nada, ni el menor beneficio, ni siquiera, repito, el de la plausibilidad científica.
Al rito solar del Año Nuevo, el concierto de Viena (me paso las dos horas de valses, fantaseando con el frío de fuera, y la choucroute caliente y morosa que le espera al primer concertino: todo lo que me gusta me da hambre) y los saltos en Garmisch Partenkirchen se ha unido ya la pregunta de Edge. Al despuntar el alba, y con todas las ilusiones intactas, Brockman&Guests sacuden la resaca, preguntan y se responden. Lo hacen desde 1998 y este año proponen: «Qué es lo que va a cambiarlo todo?» El subtítulo lleva una consoladora precisión: se trata de cambios y desarrollos científicos que podamos ver en vida. El resumen de las ideas de Edge, la navajita más afilada de la cultura contemporánea, siempre es complicado. Excepto, claro está, en el caso de los dos o tres artistas que figuran cada año a modo de sansivieras: todas sus respuestas se pueden ignorar. Deberás fiarte, pues, de mi gusto y de mis obsesiones. También de las limitaciones del formato de la carta. Y, principalmente, de mis límites: no entiendo todas las respuestas. En todo caso,aquí tienes el catálogo completo.
1. Una nueva mente. Internet es la auténtica inteligencia artificial de nuestro tiempo. «En lugar de decenas de genios intentando programar una inteligencia artificial en un laboratorio universitario, hay mil millones de personas ejercitando los tenues destellos de inteligencia que emergen entre los cuatrillones de hipervínculos en la web.» Kevin Kelly
2. El homo evolutis. El desarrollo de las células madres y las nuevas prótesisllevan a una conclusión: «Lo que hoy es interesante, 200 años después del nacimiento de Darwin, es que estamos tomando el control de forma directa y deliberada sobre la evolución de muchas especies, incluida la nuestra». Juan Enríquez
3. El fin de la violencia. Las neurociencias podrán inhabilitar las condiciones cerebrales que facilitan el comportamiento violento. «Quiza descubriríamos un factor común entre los patrones del cerebro de alguien que está a punto de asesinar a un niño y un jefe de estado firmando un proyecto de ley para iniciar un programa de armamento nuclear, o un ingeniero que está diseñando un nuevo tipo de bombas racimo. Todos ellos aceptan a un cierto nivel intelectual que es perfectamente correcto que sus actos causen daño o la muerte a otros humanos. Los cerebros de todos ellos, quizá, experimentan el patrón D, el “patrón de la muerte”». Karl Sabbagh.
4. El cambio de lo real, lo posible y lo imaginable. Y lo que es su consecuencia: el cambio en el programa moral de los seres humanos: «Ahora deja correr la imaginación. ¿Qué haría un chimpancé con la maquinaria generativa que tiene el hombre cuando realiza cómputos en el lenguaje, las matemáticas y la música? ¿Se podría imaginar lo antes inimaginable? ¿Y si le diéramos a un genio como Einstein los componentes clave que hicieron de Bach otro genio distinto? ¿Podría Einstein imaginar ahora diferentes dimensiones de la musicalidad? Estas mismas manipulaciones neuronalesincluso hoy son posibles al nivel genético.» Marc Hauser
5. La revolución en la enseñanza. Internet conseguirá ampliar de modo exponencial la noción de maestro, que ya no dependerá del azar: «En el pasado el éxito de cada uno dependía más bien de la suerte de contar con un gran mentor o profesor en el vecindario. La inmensa mayoría no ha tenido la suerte. Pero hoy, una joven nacida en África, tendrá probablemente acceso,en diez años, a un móvil con pantalla de alta resolución, conexión web y más potencia que el ordenador que tienes hoy. Podemos imaginarla adquiriendo cara a cara la comprensión, y eligiendo los grandes profesores del mundo. Tendrá una oportunidad para ser lo que puede ser. Y puede acabar siendo la persona que salve el planeta para nuestros nietos.» Chris Anderson
6. El fin de Babel. Observa este párrafo. «Aunque la comunicación de masas requiere de técnicas de traducción que superan nuestras capacidades actuales, las bases de esta tecnología ya se ha [sic] establecido y muchos de nosotros vivirá [sic] para ver una revolución en la traducción automática que va a cambiar todo lo relacionado con la cooperación y la comunicación en todo el mundo.» (Daniel L. Everett). El párrafo se ha traducido automáticamente del inglés.
7. La telepatía. Freeman Dyson habla desde sus 85 años. No espera ver grandes cambios en lo que le queda de vida. Pero anuncia que la telepatíadejará de ser una superstición. Y puede que comprenda e incluya a todos los seres vivientes. Este párrafo fascinante: «Cuando la radiotelepatía se extiende de los humanos a otras especies animales surge otro conjunto de oportunidades y responsabilidades. Experimentaremos entonces, directamente, el placer del vuelo de un pájaro o de una manada de lobos cazando, el dolor de un ciervo herido o de un elefante muerto de hambre. Sentiremos en nuestras propias carnes la comunidad de vida a la cual pertenecemos. No puedo evitar tener la esperanza de que compartir nuestros cerebros con nuestros semejantes nos convertirá en mejores gestores de nuestro planeta.»
8. El cambio llegará por donde no se le espera. Carlo Rovelli bordea el pesimismo, y está tentado de pensar que el progreso es un sueño. Pero se recupera y anota: «El tractor. La humilde máquina rural que ha cambiado nuestra vida quizá más que la rueda o la electricidad. ¿Otro ejemplo? La higiene. Nuestra esperanza de vida casi se ha duplicado gracias a poco más que lavarse las manos y darse duchas. El cambio llega a menudo por donde no se le espera. La famosa nota de los altos directivos de IBM al comienzo de la historia de la computadora consideraba que “no había mercado para más de unas pocas decenas de ordenadores en el mundo”».
9. La infancia perpetua. Alison Gopnikn ve en el mantenimiento de la plasticidad infantil del cerebro el gran horizonte. Los niños y su cerebro abierto son el I+D de la Humanidad. Pero se pregunta: «Si somos niños para siempre, ¿quiénes serán los padres? Si somos todos niños ¿quiénes serán los adultos?»
10. Cerebro Ctrl+c/Ctrl+v. Descarga de conciencia. Y tal vez su descargo. David Eagleman no cre que la medicina sea capaz de controlar el desgaste del cuerpo de una manera decisiva. Pero vislumbra un camino alternativo: «Mucho antes de que entendamos cómo funciona el cerebro, seremos capaces de copiar digitalmente la estructura del cerebro y de descargar la mente consciente a una computadora.»
11. Una muy, muy buena batería, dice el físico John D. Barrow sin dar más detalles, ni falta que hace.
12. El teléfono móvil. El matemático Keith Devlin casi se disculpa en estos términos: «[El móvil] pone la conectividad global, el inmenso poder computacional y el acceso a todo el saber mundial amasado durante muchos siglos, en manos de cualquiera. El mundo nunca ha estado antes, jamás, en esa situación. Eso lo cambiará realmente todo. Desde el modo en que los individuos viven sus vidas, al modo en que la riqueza y el poder se distribuyen en todo el planeta. Es la tecnología democratizadora definitiva. Y si mi respuesta parece menos afilada o científicamente sexy que muchas de las otras que habéis recibido, creo que sólo demuestra lo drástico y omnipresente que el cambio ha sido ya.»
13. La vida eterna. Frank J. Tippler es uno de los grandes físicos universales. Tiene algo de muy particular, sin embargo: es creyente y confía ciegamente en la eternidad: «Desarrollaremos la tecnología definitiva que, al transferirse con manos vacilantes a nuestros sucesores finales, las inteligencias artificiales y las descargas (downloads) humanas, nos permitirán expandirnos en el espacio interestelar, asaltar el universo, y vivir para siempre.»
14. El fin del Co2. Atiende: «Una serie de placas solares, que en conjunto, cupieran en una esquina de Tejas, podrían generar 3 terawatios. En el transcurso de diez años, 3 terawatios podrían proveer la suficiente energía para eliminar todo el exceso de carbono que la raza humana ha añadido a la atmósfera desde que comenzó la Revolución Industrial. Por lo que afecta a las emisiones de carbono, esto arreglaría el problema.»
15. La curiosidad. Daniel Dennett necesita poco comentario: «El sexo recreativo, la comida recreativa y la percepción recreativa (alucinógenos, alcohol), han sido populares desde la época romana, pero ahora estamos al borde de las autotransformaciones recreativas que dejarán pequeñas las modificaciones con las que se dieron el gusto los romanos. Cuando ya no necesitas comer para seguir vivo, o procrear para tener vástagos, o moverte para tener una aventura, cuando los instintos residuales hacia estas actividades puedan ser desactivados mediante la manipulación genética, no quedará ninguna constante humana. Excepto, quizás, nuestra incesante curiosidad.»
16. Neurocosmética. Marcel Kinsbourn ha visto en la cirugía cosmética las resistencias y luego el asentimiento. Piensa que sucederá lo mismo respecto a la estimulación cerebral profunda. «La experiencia muestra que aquellas reservas respecto a la autenticidad son teóricas. La nariz retocada, el pecho, los muslos o el tono de la piel se convierten en la nueva realidad de la persona, sin importantes reacciones sociales adversas. Incluso los transplantes faciales son ya viables. Las consideraciones que surjan de la estimulación cerebral profunda están presentes, a escala menor, en la cirugía cosmética.»
17. La escritura de la vida. Estas tremendas palabras de Craig Venter: «Tal como hemos aprendido en los 3.5 miles de millones de evolución convertiremos miles de millones de años en décadas y cambiaremos, no sólo conceptualmente, el modo como vemos la vida misma.»
18. La verdad. Sam Harris descubre en las investigaciones neurológicas el detector de mentiras perfecto. «Cuando se evalua el coste social del engaño, uno debe considerar todas las fechorías: infidelidades matrimoniales, estafas Ponzi, asesinatos premeditados, atrocidades terroristas, genocidios, etc., que están nutridas y apuntaladas, a cada momento, por las mentiras. Visto en este contexto más amplio, el engaño se plantea en sí, quizá por encima de la violencia, como el principal enemigo de la cooperación humana. Imagina cómo cambiaría nuestro mundo si, cuando la verdad importara realmente, se hiciese imposible mentir.»
Ahora, querido amigo, cierra la pantalla y vuelve a Zapatero, a Rajoy y a don José Montilla.
(Links: Verónica Puertollano)
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Correspondencias / Nicolás
Estimado Arcadi: Dudo mucho que internet consiga ampliar la noción de maestro (y mucho menos en modo exponencial). Y si lo consiguiera no podría deshacerse del factor azar que usted (y Anderson) atribuye al encuentro maestro-alumno. En cuanto a la joven nacida en África que dentro de diez años tendrá “el oro y el moro”, dudo también que llegue a ser realidad (hoy debe ser mi día de la incertidumbre); a no ser que la joven sea sobrina de rey déspota magrebí o descendiente de blanca familia bóer sudafricana (aunque también podría ser la niña de Rajoy, si ésta hubiera nacido en Melilla).
Un cordial saludo de un escéptico maestro.
Pd: De los otros diecisiete deseos también tengo mis dudas que se cumplan. ¿Por qué? Pues por que en el mundo -incluida Cataluña- siguen interviniendo personajes como Zapatero, Rajoy, Bush, Olmert, Ahmanideyah… incluso, don José Montilla.
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Correspondencias / Raúl Gay
Estimado Arcadi Espada.
Acabo de ver los vídeos colgados en youtube de su conferencia “Democracia versus Teocracia”. En un momento dado, usted dice que no hay periodistas ateos, que en su trayectoria sólo ha conocido a 3.
Bien, aquí un cuarto periodista ateo.
Felicidades por su trabajo. Un saludo,
Raúl Gay, redactor de informativos de Aragón Televisión.
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Correspondencias / Claudio Ortega
Sr. Espada,
Al igual que usted, también he comenzado el año con valses y Edge. La verdad es que soy mucho más aficionado a los primeros. Las encuestas del segundo, en las que siempre están los previstos (más algunas sorpresas: ¿qué pinta Brian Eno?) me suenan a propuestas para el guión de un capítulo de Star Trek.
Aún así, me han llamado la atención tres respuestas. Una ya la ha citado usted: la de Gopnik, preguntándose quienes serán los padres. Yo lo leo en un tono algo más negro: el precio que hay que pagar por aprender es el riesgo de no saber tomar decisiones. Al fin tendrá razón Azúa, en que la adolescencia llega ya hasta los cuarenta años.
Pero veo que a usted no menciona las otras dos entradas que más me han llegado.
La de Sheldrake, pronosticando la bancarrota (credit crunch) del materialismo, que lleva ya unos cuantos decenios pidiéndonos paciencia, emitiendo pagarés que posiblemento no tendrá fondos para respaldar. Este autor lo ve como la condición para una ciencia ‘más libre y más divertida’.
Y luego está Taleb, especialista en ver plumeros, recordándoles a los médicos que los grandes avances de la medicina han sido la mejora de las condiciones higiénicas y la chiripa de los antibióticos. La medicina debe olvidar la arrogancia heredada de la Ilustración y aprender que uno de los componentes del conocimiento está en saber dónde detenerse. Esto me ha recordado la valiente entrevista de Punset con su oncólogo, al principio de la cual le venía a decir: pero bueno, después de lo que yo me he dedicado a explicar por el mundo sobre los avances en conocimientos, ¿todo lo que tenéis para ofrecerme es la salvajada de la quimio?
En fin, comentarios que me han llamado la atención, sin duda por mis preocupaciones personales y que, si me tomo la libertad de comentarle, es porque han sido leídos en buena medida con alguna de sus reflexiones y lecturas recomendadas en mente.
Aprovecho para desearle lo mejor para el año que empezamos.
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Correspondencias / Antonio Donaire
A propósito del comentario del Sr. Claudio Ortega, querría confirmarle y rectificarle al mismo tiempo una de sus afirmaciones relativas a los médicos. Entre los “grandes avances de la medicina” por “chiripa” hay que incluir (y no excluir, como quizá parece deducirse de la anécdota que cuenta del Sr. Punset y su oncólogo) la quimioterapia aplicada como anticancerígeno (ver “agentes basados en platino” ). En efecto, el descubrimiento del cisplatino es un ejemplo paradigmático de pura serendipia. Saludos.
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Correspondencias / Rafael Pérez Domínguez
Estimado Arcadi Espada:
Estoy impresionado por la enumeración de sus “Impíos deseos al empezar el año” de 3 de enero en El Mundo. Impresionado también por su entusiasmo y su fe al enunciarlos. Yo no puedo compartir ni la fe ni el entusiasmo.
¿Fe en “Internet como la auténtica inteligencia artificial de nuestro tiempo”? Internet transmite una millonésima parte de la información disponible, formalizando una especie de enorme Reader’s Digest actualizado. En cuanto a la formación de opinión, los millones de participantes en blogs y otros artilugios de comunicación y debate no solemos hacer sino reproducir, en una redundancia multiplicada por millones, las informaciones y reflexiones emitidas previamente por un contado número de fuentes difusoras. De ahí no nace una nueva inteligencia, un nuevo saber: se trata de un juego de espejos múltiplemente reflectante, de un eco que va y viene con mil voces que repiten siempre la originaria. Mi profesión es la informática y, para trabajar, internet es imprescindible, pero como supuesto gran avance cultural de la humanidad permítame una boutade: “Internet, ¡bah!”
¿Fe en las neurociencias para erradicar la violencia? ¿Lobotomías en racimo? ¿La neurociencia como supresora de la necesidad del derecho positivo, como erradicadora de los conflictos interhumanos e interestatales? ¿Hacia el fin del Estado por la neurociencia? ¡Bah, la neurociencia!
¿Fe en alguna revolución de la enseñanza porque una joven africana pueda disponer de móvil con pantalla de alta resolución? ¿Educación individual, no grupal, no social, mediante charlas de gurús internacionales, sin acceso a los textos históricos, literarios, morales, culturales? ¡Bah, la educación por pantalla!
¿Fe en la traducción automática como solucionadora de los problemas de comunicación interhumana? Sí, una cierta fe, pero: la dificultad de comunicación no es sólo resultado de la diferencia de lenguas, sino fundamentalmente de la diferencia de culturas. ¡Pero vale, traduzcamos automáticamente!
¿Fe en la telepatía, en las descargas de cerebro para la vida eterna, en la no necesidad de comer ni procrear (¡este Dennett!), en…? Estupendo, lo tengo todo en mi reducidísima colección de novelitas de ciencia-ficción. ¡Bah, telepatía, vida eterna…!
Y luego está la fe y el entusiasmo por cosas como las manipulaciones genéticas de Venter (**). Y, sobre todo, la fe y el entusiasmo por el cambio de lo real, lo posible y su consecuencia de cambio del paradigma moral. Con ésta me quedo como resumen para hacer la única reflexión que me parece interesante de todo esto: ¿pero es que todo lo que es posible hacer debe ser hecho? ¿No cabe negar el permiso para acometer determinadas acciones que son posibles pero que puedan ser consideradas como indeseables o como temibles? ¿Estamos condenados a tal automatismo? ¿Es Venter quien decide lo que será hecho, puesto que descubre que puede ser hecho y muestra cómo hacerlo? El carácter taumatúrgico de que se está revistiendo la ciencia y a la ciencia, ¿nos va a impedir decir NO a determinadas posibilidades tecnológicas? ¿Cualquier negativa a proseguir por determinados caminos posibles está condenada a ser aplastada por el omnipotente positivismo científico? ¿Ninguna Vieja Advertencia, ningún Viejo Temor, ninguna consideración sobre la Vieja Sabiduría Heredada contendrá el inexorable desarrollo que comenzó con el Pecado Original en que Adán y Eva decidieron comer del Fruto Prohibido para llegar a ser Como Dioses? ¿Este es el tremendo avance humano: hacer imposible de evitar cualquier transformación que resulte posible? ¿Este es el límite a la libertad humana? Ciertamente, el mito del Pecado Original que nos hizo Como Dioses se me hace cada día más actual y más amenazador.
Será que soy un antiguo. Pero creo que, junto al descubrimiento de posibilidades de acción humana, hay que reivindicar los principios de búsqueda de sabiduría y reclamación de libertad contenidos en la frase “Qué hacer” y en su contraria “Qué no hacer”.
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(**) Muy curiosamente, Venter diverge radicalmente de Darwin y del moderno darwinismo al acometer experimentos que habría, ortodoxamente, que calificar de “creacionistas”, por completo ajenos al azar cromosómico y a la bobada de la “selección natural por presión adaptativa” (bobada porque jamás tal presión creó ni una sola especie, sino que se limita a destruir aquellas mutaciones que no consiguen sobrevivir).
Se queja usted en su “El insoportable” de 2 de enero de que Darwin describe un mundo sin Dios: pero es que su descripción es, lamentablemente, errónea. Curiosamente, Venter está a punto de describir un mundo con Dios, al intentar realizar transformaciones que empiezan por sintetizar un ADN y aspiran a llegar a crear una célula viva y de ahí en adelante, sin mezcla de azar ni selección natural alguna, en una emulación del Dios creador primigenio ideado por el hombre y abrazado como razonable por toda la humanidad. Si es que lo es, la paradoja me parece divertida. Venter no crea un mundo sin Dios, hipótesis que, coincido con usted, carece de historia y resulta, en consecuencia, inimaginable. No, Venter confirma el creacionismo de Dios por el procedimiento de mostrar que él está llegando a hacer cosas “como Dios”, según el programa de acción humana iniciado por Eva al morder de la manzana.
Tiene usted razón, el calado de Darwin es infinitamente menos profundo que el de Freud o Marx. No podría ser de otra manera: Freud y Marx trabajan sobre la realidad y la transforman, Darwin se limita a filosofar. ¿Y por qué resulta Darwin insoportable?: a una pequeña minoría, entre la que me encuentro yo mismo, porque nos parece que su filosofía de la naturaleza carece del menor rigor científico, porque confunde la selección natural que no hace otra cosa sino destruir variedades inviables con la selección natural que no hace sino estrechar el contenido genómico de las especies por cruces homocigóticos, porque le resulta indispensable defender la herencia de los caracteres adquiridos, porque hace crecer el cuello de la jirafa para que coma de las ramas más altas, porque no consigue describir la aparición de una sola especie, porque…; y a la mayoría, a la inmensa mayoría, Darwin les resulta insoportable porque les niega su propia cultura, su propia antropología, sin proporcionarles a cambio nada, ni el menor beneficio, ni siquiera, repito, el de la plausibilidad científica.
The artist and composer responds to this year's Edge.org question: What will change everything?
[PHOTO: BRIAN ENO/EAMONN MCCABE]
What would change everything is not even a thought. It's more of a feeling.
Human development thus far has been fueled and guided by the feeling that things could be, and are probably going to be, better. The world was rich compared to its human population; there were new lands to conquer, new thoughts to nurture, and new resources to fuel it all. The great migrations of human history grew from the feeling that there was a better place, and the institutions of civilisation grew out of the feeling that checks on pure individual selfishness would produce a better world for everyone involved in the long term.
Every year, John Brockman — who runs the nonprofit Edge Foundation in New York — asks a gaggle of forward-thinking people a provocative question.
Leading thinkers - includingCraig Venter and Ian McEwan - have marked New Year 2009 by predicting what will be the next big thing to shape the future.
[PHOTO: IAN MCKEWAN/PHILIP HOLLIS]
[Caption: Ian McEwan: predicts the full flourishing of solar technology as one of the next 'big things']
A 150-strong group of scientists, authors, musicians, philosophers and other respected experts were posed the question "What will change everything?"
Their task was set by Edge, an online intellectual discussion group, which claims its membership comprises "the most interesting minds in the world".
The responses spanned new methods of energy production, the dawn of telepathy, freely available artificial intelligence and the colonisation of the Milky Way."
Dawkins speculates about how a human-chimp hybrid or the discovery of a living Homo erectus would change the way we see the world. — James Randerson